A lo largo de mi carrera profesional, he operado a multitud de pacientes con rotura del manguito de los rotadores del hombro. Siempre me ha llamado la atención lo difícil que es aprender esta técnica quirúrgica. Por lo que, para profundizar en ello, acudí a varios cursos tanto teóricos como prácticos, además de visitar a colegas expertos en artroscopia para aprender con ellos. Desde el principio, rondaba en mi mente la idea de que tenía que haber una forma más sencilla de suturar un tendón que con las técnicas que actualmente se vienen usando. Un día me di cuenta de que las técnicas clásicas, aunque más invasivas, eran más fáciles de realizar desde el punto de vista técnico. Así que empecé a darle vueltas a la manera de reproducir la forma antigua de suturar los tendones del hombro empleando técnicas más actualizadas. Para ello me inspiré en otras técnicas artroscópicas, como la empleada para la reparación del LCA de la rodilla.
En mis ratos libres comencé a dibujar, llegando incluso a realizar bocetos en servilletas de papel, y poco a poco mi idea fue tomando forma. Compré papel milimetrado para realizar bocetos más exactos. Un día caí en la cuenta de que probablemente este planteamiento ya se le habría ocurrido con anterioridad a alguien más. Pasé horas buscando ideas similares a la mía en internet y, nada, no encontré nada parecido a lo que a mí se me había ocurrido.
Fue entonces cuando decidí darle una forma definitiva a la idea. Por un lado, busqué empresas que realizaran prototipos en resina o algún material similar y por otro lado, busqué empresas y abogados especialistas en el tema de patentes para intentar protegerla. Detrás de todo este proceso nunca hubo un interés comercial, sino sencillamente el reconocimiento y la satisfacción de ver algo pensado por uno mismo hecho realidad. Después de muchas visitas a distintas empresas contacté con Prodintec, en Gijón. Allí tuvimos varias reuniones y fuimos dándole forma al proyecto. De cada reunión salía eufórico, como si me hubiera tocado la lotería. Finalmente, realizamos un prototipo en resina que yo guardé en una cajita como un tesoro. Por otro lado, en colaboración con Clarke&Modet, presentamos una solicitud de patente española.
Llegados a este punto, pensé que ya estaba al final del camino y que, dado la simplicidad de la idea, encontraría fácilmente una empresa u organismo oficial interesado en el tema. Pero nada más lejos de la realidad, las empresas querían ver algo más tangible que un simple prototipo. Así que, por recomendación de un conocido que trabajaba para una multinacional, me decidí a fabricar otro prototipo, pero éste en un material más resistente para poder utilizarlo. Además, como muchas de las empresas con las que contacté eran extranjeras, pensé que lo mejor era solicitar una patente europea para que la protección fuera aún mayor. Como os podéis imaginar todo este proceso (de años) lleva consigo una gran cantidad de horas de trabajo, de ilusiones y de desilusiones. Por no hablar del gran esfuerzo personal y económico que requiere. Porque aunque últimamente se habla mucho de la ayuda a emprendedores y al desarrollo en I+D, a la hora de la verdad, uno se siente sólo intentando dar vida a su proyecto.
Una vez realizado el prototipo mediante impresora 3D con técnicas de adición (otra vez con Prodintec), retomé la ronda de contactos con empresas. Otra vez obtuve el mismo resultado: nada. Empezando por negativas, pasando por algunas interesadas en la información pero sin dar nada a cambio, hasta empresas muy interesadas al principio pero que a la hora de la verdad no me devolvían ni mails ni llamadas. Además, desafortunadamente la patente europea se tuvo que quedar en el camino, ya que requiere una inversión económica que ninguna economía familiar es capaz de soportar.
Así que, cansado de mendigar y una vez perdido el miedo a que te roben la idea, decidimos fabricar la pinza definitiva para uso propio y empezar a recolectar resultados. Y en este punto nos encontramos. La pinza está fabricada y funciona correctamente (aunque haría falta alguna pequeña mejora). Pero, por fin, es una realidad! Hemos tardado unos años, pero creo que la espera ha merecido la pena y que esto es sólo el principio. Además, aún guardo otras ideas en la recámara, debería ir ya comprando servilletas de papel.